En la
cama, algunas mujeres evitamos pedir y mostrar. Pensamos que, ante un gesto
atrevido, el hombre puede molestarse o vernos como demasiado experimentadas.
Cargamos con prejuicios y mitos y nos cuesta desinhibirnos. Ellos, entre tanto,
¿nos buscan santas y entregadas al máximo?
El
mundo del contacto erótico es tan amplio que reducirlo a unas pocas acciones es
privarse de una multiplicidad de sensaciones. La repetición de las mismas
prácticas es un camino directo a la rutina y, por ende, a la insatisfacción.
Tenemos
que aprender a reconocer que la vida sexual y la vida en general requiere
cambios demanda provocar y ser provocados y buscar y explorar nuevas formas de
relación. Las situaciones conocidas terminan aburriendo, o perdiendo la
adrenalina de lo nuevo, es clave renovar.
El
deseo sexual no se define sólo como “las ganas” de tener sexo, también tienen
que ver con las fantasías que lo acompañan y, fundamentalmente, con la búsqueda
de una intensidad satisfactoria para ambos.
¿sexo
fuerte o débil?
Para
tener actitud, hay que tener en cuenta el acuerdo con la pareja. No necesita
ser explícito; los cuerpos tienen la capacidad de comunicar, de decir lo que se
quiere y cómo se quiere.
Si la
relación no tiene compromiso, es posible que el grado de entrega llegue a ser
alto, sin ningún reparo o cuestiona miento posterior, caso contrario
ocurre cuando se está gestando un vínculo que puede llegar a ser más
prolongado y rico en emociones.
El
miedo a pedir y a mostrar
Las
mujeres son más sensibles a reprimir sus capacidades amatorias. A pesar de la
liberación de sus cuerpos, muchas temen ser vistas como “muy experimentadas”
cuando se dejan llevar por la intensidad de sus deseos.
Una
buena opción es ir graduando la entrega, no sólo para no sucumbir ante
pensamientos desagradables o auto reproches, sino para descubrir las
sensaciones que provoca el cuerpo del compañero y el propio en esta nueva
experiencia.
Ellas
también temen ser muy “activas” en la relación y que el hombre se moleste por
asumir un rol “pasivo”. El mito de los roles “activo” y “pasivo”, resabios de
la dominación masculina y sumisión femenina, sigue influyendo a la hora del
encuentro.
Hay mujeres y hombres que, entregados al frenesí sexual, exponen sus gustos sin reparos y se dejan llevar por la excitación del momento. Y así debe ser, siempre y cuando exista acuerdo entre ambas partes para suponer que lo que se dice y se hace es parte del juego erótico. Cuando la entrega no incluye limites, hay que aprender a disfrutarlos sin culpas ni regaños.